21 de septiembre de 2008

Un asunto con chispa.

Ayer estuve con varios de mis amigos disfrutando de las fiestas patronales de San Mateo, en Logroño, y mientras estábamos haciendo turismo gastronómico por la archiconocida calle del Laurel, un colega se quejó del estado del casco viejo de la capital riojana.

En ese momento recordé que el año pasado escribí uno, de tantos comentarios de texto, que iba curiosamente, de que un logroñés se lamentaba amargamente de la distribución de los diferentes cables que tejen la red eléctrica y telefónica del casco viejo de Logroño. Una de las propuestas de dicho comentario de texto, era una opinión personal sobre dicho tema, que ahora mismo paso a redactar:

Actualmente tengo en el bolsillo dos títulos de técnico relacionados de con sector eléctrico y sobre mi espalda recaen varios meses de experiencia en este mismo gremio, con lo cual es fácil imaginar que el mundo de los cables es mi pasión.

El autor se lamenta de lo antiestético que aparenta el actual cableado local. Yo, como profesional de sector, le digo que se puede mejorar, pero esta mejora aunque es posible, no es factible.

Primero, porque el precio del cobre está en máximos históricos. Segundo, porque buscar un camino alternativo para los cables no es tarea sencilla, además habría que hacer esas polémicas obras que son tan molestas para los vecinos. Tercero y último, si hipotéticamente hubiéramos sido capaces de esconder los hilos cobrizos del alcance de la vista, el ya endeudado bolsillo de los cuidadanos se resentiría amargamente.

Por lo tanto yo me pongo a rezar la plegaria de nuestro sabio refranero español: “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”.

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