29 de julio de 2009

La escoba y su familia.

Recientemente terminé de leer mi último libro de cabecera: “Dios hizo el mundo en siete días… y se nota”, escrito por el famoso humorista Luis Piedrahita. Personalmente me pareció divertido, pero sobre todo me dio la sensación de que es muy sencillo de leer, ya que el libro se compone de diversos monólogos que no ocupan más de 4 páginas. Aquí os dejo uno de los capítulos que más me gustaron y ciertamente, en esta ocasión, al escritor, no le falta razón.

La Escoba y el recogedor.
Detrás de una gran señora siempre hay un pequeño señor.

Las escobas son unos de los primeros objetos en llegar a la perfección.
Las escobas tienen la belleza de lo simple. Son un invento perfecto. Toda mejora que se le intente hacer a una escoba es un paso atrás. Se ve todas las noches en televisión en la Tele-tienda cómo con nocturnidad y alevosía secan nuevos sistemas para barrer: escobas imantadas, palos telescópicos con cepillos antiestáticos de cerdas antinieblas… ¿Para qué? Eso no se va a imponer, las escobas normales ya son perfectas, pero la gente no las respeta por culpa de esos pelos que llevan.

Vas al supermercado y parecen un botellón de punkis, en una esquina, todas con sus crestas moradas, naranjas, azules… sólo les falta un perro sin collar al lado. ¿Para que hacen esas escobas con esos colores tan llamativos? ¿Eso el polvo lo valora? ¿Acaso el polvo dice: ¡qué gusto una escoba naranja así si me dejo arrastrar!? Además, ese pelo azul, naranja o morado siempre acaba igual: gris perla. Pasa lo contrario que el pelo de las abuelas, que cuando empieza a estar gris perla se lo tiñen de azul, naranja o morado.

La escoba del garaje acaba gris perla entera, incluido el palo, y con el pelo como Bart Simpson cuando va a misa. No es bueno llegar a esos niveles de dejadez, por Dios, ¿qué es eso de que para que no se desenrosque el cepillo, el portero le ponga una colilla de Ducados haciendo cuña? ¡Hay que cambiar la escoba antes!, pero la gente es tan miserable que dice: El palo todavía puedo usarlo. ¡¡¡Nooo!!! Es imposible bajar a por un cepillo de escoba que coincida con el palo que hay en casa. Además ¿por qué el palo de la escoba se vende por separado? Es como si los tenedores te los vendieran con los pinchos a parte. El cepillo se gasta antes, vale, pero el palo tampoco es una cosa tan valiosa. En mi casa hay un palo que lleva desde principios del siglo XX. Está abollado con el plastiquito como mordido y con la etiqueta del precio en pesetas. Si, si, en la despedida de soltera de mi bisabuela bailaron el limbo con ese mismo palo de escoba.

¿Dónde viven las escobas? En el armarito de las escobas, un lugar que hace para aprovechar un error del arquitecto: Esto no puedo ser el cuarto de baño porque no cabe el retrete, pero es un estupendo armario para las escobas. Si en el mundo habría buenos arquitectos no habría armarios para las escobas.

La escoba vive allí con toda su familia. La fregona es una tía que vive con ella. Las fregonas pueden ser de dos tipos, de pelo de bruja o de pelo estilo los Lunnis. Cuando las anuncian en la tele están sincronizadas y hacen ¡Zuuuuuufch!, llevan infografía y piensas que fregar la cocina va a ser una experiencia galáctica.

Al intentar fregar, quien mucho abarca, poco aprieta. Apretar poco el cubo de la fregona es una virtud, porque de lo contrario vuelcas el cubo. A todos los hombres nos ha pasado alguna vez. Mientras friegas te sientes torpe, pero cuando llega lo de escurrir dices: Ahora es cuando me luzco yo. Voy a dejar a la fregona seca, seca, seca, como la arena. La fregona queda seca como al arena, pero la cocina queda como una playa. Exprimir una fregona es como exprimir una fruta gris. Siempre crees que puedes sacar más.

Dentro del armario también vive como no, su marido: el señor Recogedor. El problema es que el matrimonio no funciona. ¿Por qué el palo de la escoba es más largo que el del recogedor? ¿qué pasa es que la persona que recoge es más bajita que la que barre? ¿Y por qué a los recogedores no se les cambia el palo? El recogedor es un gran incomprendido. No los entiende ni su esposa, que se pone a barrer y, cuando le toca recoger lo que ha barrido, no se ponen de acuerdo con el recogedor y siempre queda la rayita. Pones el recogedor perpendicular, lo vuelves a girar y siempre queda la rayita. Aquí hay dos soluciones, o escondes la suciedad entre el hueco de se forma entre baldosa y baldosa, o te pones a barrer con un Punki, que tiene la cresta dura y siempre sabe que hacer con la rayita.

Lo único que tienen en común escoba y recogedor es un ganchito de plástico para colgar. Eso, y una hija díscola de la que se avergüenzan: la escobilla. Las escobillas son las hijas espurias de una escoba y un recogedor. Tienen el pelo como su madre y el zocalote como su padre, y gorrito de plástico para colgar como toda su familia. Ya me dirás para que lo quiere, ¿De donde vas a colgar una escobilla? ¿De la cisterna como la borla que tienen los Papas para llamar a los mayordomos? ¿Y por qué a una escobilla no se le cambia el mocho nunca?.

Si vida de la escoba es dura, la de la escobilla, desterrada al cuarto de baño, no os lo cuento. Si la escobilla tiene problemas con su pelo gris, la escobilla… cómo decirlo…
¿os imagináis caspa de chocolate? Eso sí que es duro.

15 de julio de 2009

El tren que no debes perder.

En conmemoración a todo un año que llevo ayudando a construir trenes, quiero publicar un poema que empecé a componer desde hace varios meses, y en el cual nada es lo que parece, al menos la primera vez que lo lees. Espero que os sorprenda.

El convoy se empieza a mover

rápido, no lo debes perder,

vamos, súbete a él.

No sabemos cuanta gente

se montará desde el andén.


Cada vagón es diferente

a todos los restantes.


Es un secreto el asiento

el cual ocuparemos,

tampoco sabemos

el precio del trayecto.


Desconocemos el destino

sin saber nuestro camino.


Tremendo problema


si las robustas traviesas

se transforman estrechas.


Que gran angustia

cuando la catenaria

no tiene energía.


Ruega y reza para evitar que granice

si no el tren tropezará sobre sus raíles.


Tomemos el viaje con tranquilidad

si alcanzamos demasiada velocidad

el ferrocarril podría descarrilar.


Aquí puedes leer el periódico o una novela,

compartir con los pasajeros tus ideas,

también puedes tomarte una relajante siesta,

en esta gran máquina hay total libertad.


Siéntate, disfruta del paisaje

antes de que este se acabe.


Las estaciones pasarán

en ellas te podrás bajar

pero a ninguna regresarás.

*Notas del autor.

Este poema es una metáfora entera, de principio a fin, donde el protagonista no es el tren, si no, la vida, la sociedad, las personas... El ferrocarril simboliza simplemente el mundo, cada vagón una localidad, las vías representan el destino, la energía que viaja por la catenaria es nuestro propio ánimo que nos arrastra, las inclemencias climatológicas son los problemas que se nos presentan y las estaciones simbolizan las oportunidades que la vida nos ofrece, no he querido olvidarme de las múltiples formas de afrontar la vida, de la libertad que disponemos y en ocasiones malgastamos. También he intentado recargar algunos versos con los fonemas "tr", "gr", "rr" y "r" para recrear el traqueteo del tren.