7 de agosto de 2010

Ven a Alfaro, ven al Paraíso.


¿Quién necesita subir mil escaleras de la torre Eiffiel para contemplar el mundo?
Aquí, en Alfaro, sólo tienes que seguir la cruz para encontrar el camino celestial y en pocos minutos llegarás al borde del firmamento, donde podrás contemplar el universo entero (siempre que lleves un buen telescopio), pero no te preocupes si no tienes un catalejos a mano, porque lo que tus ojos verán a simple vista será algo asombroso.

En París tendrán la catedral de Notre Dame, pero en la nueva Graccurris, (Alfaro), tenemos a nuestra querida y antiquísima Colegiata de San Miguel, que pese a que ésta no llegue a la categoría de catedral, tiene más "huevos" que la parisina, (aunque éstos sean de cigüeña). Hablando de estas picudas aves, dice la leyenda, que todos los bebés vienen de París, pero aquí si nos ponemos a hacer niños, lo hacemos a pares, por eso tenemos la tradición de concebir a multitud de gemelos, porque aquí más que reproducirnos, nos multiplicamos. ¿Tendrán algo que ver nuestras amigas zancudas que surcan nuestro cielo?

En París presumirán de tener el carismático pero contaminado río Sena, donde se pescan los mejores resfriados y algún zapato. Aquí, a ambas orillas del caudaloso Ebro, rodeado de los sotos, se esconde una biodiversidad floral y animal que por tierra, mar y aire es difícil de igualar, es nuestro gran tesoro que en todas las estaciones del año nos maravilla.

Después del majestuoso paseo, ya con hambre y con ganas de probar algo rico, nos vamos a meter hasta la cocina, ¿alguien a probado algún plato "a la parisina"? yo, personalmente no, pero me he chupado los dedos al comer patatas, o lomo, o bacalao a la riojana, que a todo paladar deleita y tiene mucho más fundamento que la típica tortilla francesa.

Para regar una buena comida, no hay nada mejor que un "Rioja", donde buena parte de este delicioso caldo es el “sudor” de nuestra tierra alfareña. ¿A caso alguien prefiere el vino de allí al vino de aquí?

Satisfechos y con el estómago lleno, podemos contemplar las obras que los maestros locales han impreso para nosotros, allí, en París, artistas pintan cuadros, aquí, en Alfaro, alguien siempre pinta algo, principalmente, a lo grande, en murales, en muchas paredes, (aunque casi siempre sea en las fachadas menos apropiadas). Lo que digo, que por arte “vanguardista”, ellos no nos superan.

Podrás oír todos los musicales de París, pero siempre sentirás algo especial cada vez que escuches a un ciudadano de Alfaro recitar una jota de esta tierra, puesto que donde vivo, la voz no sale del pulmón, si no, de lo más profundo del corazón.

En París, “la ciudad del amor”, hay fiestas en cabarets y en burdeles, pero siempre reservadas únicamente para la gente más "sofisticada". Al contrario que en Alfaro, donde se respira toda su alegría, en cada rincón de la localidad, ya sea restaurante, tasca, bar, pub, calle, parque, aquí nadie es forastero, porque todo el que visita esta bella localidad es parte de ella, ya que ésta dejará huella en la persona y ésta lo hace en esta ciudad.

Ya no hay duda, naturalmente, por costumbre, por gusto, por arte, por elegirnos, mereces estar en el paraíso, mereces estar en Alfaro.

5 de agosto de 2010

Erradicando el sadimismo de la tradición.

Hace unos días, tuve la oportunidad de charlar con un inmigrante y preguntarle qué opinaban sus compatriotas sobre nuestro país. La respuesta, ya es más que conocida por nosotros, muchos de ellos piensan que España está llena de toros y toreros. Ufff… menudo panorama (pensé), un reino donde continuamente unos asesinos matan a los “cornudos”, y lo que es peor, donde la gente apoya y se enorgullece de este acto tan cruel. Bueno, aquí ya todos sabemos que es una realidad demasiado relativa.

Por suerte, ya hay varios territorios en nuestra nación donde esta humillación o ya está suprimida (en Canarias), o se va a eliminar en breve (en Cataluña). Por fin, ya muchas plazas de toros se convertirán en santuarios del auténtico espectáculo, como salones abiertos a conciertos, musicales, o teatros, o incluso rehabilitadas para ser pistas de tenis o de baloncesto, donde la gente jamás aplaudirá por la muerte de un animal.

Los taurinos están preocupados porque si s
e prohíbe la “fiesta nacional”, desaparecerá el toro de lidia. El mismo argumento que decían nuestros tatarabuelos a principios del siglo XIX cuando se inventó el automóvil. Ellos pronosticaban que los caballos se iban a extinguir porque nadie los iba a necesitar, porque nadie los iba a cuidar, porque nadie los iba a cabalgar. Pues ya han pasado más de un siglo, y se ha demostrado que eso son pamplinas y demagogia barata. Es más que probable que los caballos que hay en Europa sean más fuertes, más rápidos y más dóciles que los se utilizaban en las guerras de Napoleón.

Hace unos días se puso en el parlamento catalán los cimientos de un nuevo mundo más cívico y más humano, pero aun queda mucho trabajo por hacer, no sólo en España si no también en Centroamérica d
onde exportamos esta costumbre de dolor, sangre y sufrimiento tan innecesario.